Thursday, November 23, 2006

Somos tres si somos dos y ...

El señor López se sentía cansado y aturdido tras una velada desastrosa; los invitados ya estaban dormidos en sus confortables camas y él aun tenía que limpiar la sangre de la mesa de estudio desordenada, llena de utensilios inservibles con los que recorría el mundo en busca del lugar perfecto. Un día se le cayó un palo dorado y muy largo en el borde del camino. Y lo siguió persiguiendo. Hasta que llegaron a una cafetería antigua. Y nunca más se asustaron, ni volvieron a perderse por la ciudad. Aunque derramara el vaso de agua sobre la mesa no se borrarían los recuerdos del cristal ni el chiar de las gaviotas se desharía con el líquido, limpiándole el corazón. Quizás mañana todo fuese diferente, o quizás nunca sobrarían las palabras de impulso. Lo cierto es que quería saltar y alcanzar la rama que le había robado el sombrero. Se lo puso y rehizo el camino; si no se daba prisa no llegaríá al puerto a tiempo y el ferry zarparía sin él. Tenía cinco minutos para darle al play. Cinco minutos para largarse. O para volver y enfrentarse a todo. Ya no le daba tiempo a nada más. No podía recoger todo lo que habían tirado dentro del buzón. Junto a él, había una carta con un remitente extranjero: desde un país perdido en África un misterioso personaje, uqe decía ser misionero le pedía que cogiese el primer vuelo para reunirse con él en cualquier sitio y contarle todo lo que había pasado.

4 comments:

Danelí said...

y de pronto alguien llamará a tu puerta para contártelo todo, hasta la última gota, hasta el último impulso loco.

Anne said...

pero, lo que yo no entiendo es por qué había sangre en la mesa....

Anonymous said...

Last call for passenger Lopez... Esta es su mision, si decide aceptarla. Por favor, ante todo no se autodestruya. Good luck.

Alice ya no vive aquí said...

Acabo de tener un deja vu ;-)