Luriezo o Palacio.
Cuando yo no tenía pueblo, tú me diste uno. Fuiste un refugio en el que encontrar duendes, y tener una niñez de las de antes, de las de los libros.
Me diste olor a chimenea, nueces de nogal, pastoreo y veranos lluviosos. Lagartijas al sol. Me diste noches de Perseidas, un lápiz y un papel para escribir. Me diste un nombre, me diste un chándal.
Todas las aventuras que pudiera imaginar.
Y te estaré eternamente agradecida, porque nos queda eso:
la eternidad.
Beatus ille.
1 comment:
siempre he pensado que los niños de ciudad crecían más tristes, debe ser la falta de estrellas o de olor a campo ;)
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