Thursday, January 19, 2012

Luriezo o Palacio.

Cuando yo no tenía pueblo, tú me diste uno. Fuiste un refugio en el que encontrar duendes, y tener una niñez de las de antes, de las de los libros.

Me diste olor a chimenea, nueces de nogal, pastoreo y veranos lluviosos. Lagartijas al sol. Me diste noches de Perseidas, un lápiz y un papel para escribir. Me diste un nombre, me diste un chándal.

Todas las aventuras que pudiera imaginar.

Y te estaré eternamente agradecida, porque nos queda eso:
la eternidad.

Beatus ille.

1 comment:

Beauséant said...

siempre he pensado que los niños de ciudad crecían más tristes, debe ser la falta de estrellas o de olor a campo ;)