Once (Again)
- What's the Czesc for "do you love him?"?
- Noor-esh-ho?
- So … Noor-esh-ho?
- Noor-ho-tebbe
And when I first watched it, I felt this
Yo tenía siete años.
Año arriba, año abajo. Tenía en cualquier caso peto vaquero y dos trenzas rubias acabadas en gomas de colores.
Fueron llegando poco a poco papeles a mi casa. Primero un taco de panfletos al lado de la puerta. Luego un taco al lado de ese taco. Luego toda la casa llena de papeles. Y ponía "¿Qué es la tasa Tobin?". Yo por aquel entonces lo leía todo. Un poco como ahora, pero en alto.
Había manifestaciones. Las autorizaban. Nos dejaban una acera de Gran Vía para nosotros. Y volaban pelotas hechas con dólares de Monopoly, y había chicos guapos disfrazados de gánsters con metralletas en las que se leía FMI y BM. Así empezó el movimiento antiglobalización en España. Así aprendí que es importante colocar las pancartas para que las lean las cámaras.
Por aquel entonces, yo no sabía qué es la globalización. Y mi madre me lo explicó de esta manera: globalización es que vayas donde vayas, siempre hay un McDonald's. Entonces yo iba un poco obligada a las manifestaciones. Porque McDonald's para mí es una M enorme desde el ventanal de casa de mis abuelos en Chapultepec, y mucha complicidad con el Jefe.
Un día, de repente entendí qué es la globalización (económica) y por qué estábamos en contra. Entendí qué es la Tasa Tobin. Y aunque habían pasado varios años desde aquellas primeras manifestaciones, hace ya varios años de aquello. Ahora la Ministra Elena Salgado dice que España va a defender la Tasa Tobin en Europa. Y estoy de acuerdo con ello, pero me pregunto si no será ya demasiado tarde.
Ah, y por cierto: odio los paraísos fiscales.
Yo seré París y el aguacero, el pañuelo, la estación. Seré la canción triste, y el abrazo.
La alevosía, la nocturnidad.
El vestidito, los zapatos. La llave que no es en la cerradura equivocada.
Seré la carcajada.
El pelo en la lengua. Tu paladar.
La siesta en el sofá, y si me apuras,
seré la cola en el supermercado.
Los labios rojos y siempre tarde.
El ascensor.
Mi profesor de Derecho Internacional Público es en general una persona a la que dirigir pocos halagos, pero en una cosa tiene razón: uno nunca olvida a la primera persona con la que habla en primero de carrera.