Monday, October 18, 2010

Merde, alors!.
Aquella mañana me despertó el claxon de un autobús de los de antes.
Seguro que fue un autobusero con bigote. No es que yo tenga nada en contra de ellos, o de los bigotes. Pero son una especie a parte.
Inútil. Aquella mañana todo el café del mundo no iba a servir de nada. Ni tu ropa entre mis sábanas.
Putain.
La madera del pasillo sigue crujiendo, y en la cocina siguen los amigos de Paco, durmiendo en el suelo. No te puedo culpar por haber huido de madrugada.
Echo menos el pitillo de después del café, pero te hice una promesa. Probablemente Isa dijera algo distinto. Que soy un calzonazos. Que a ver cuándo empiezo a serme fiel y todas esas cosas. Pero si hemos aprendido algo, es que a Isa no hay que hacerle caso.
Me llama mi tía. Que vaya a comer a casa, que ha hecho estofado. Puff, ¿pero qué hora es?.
Cojo la cazadora, la bufanda, y el pitillo de emergencia.
Ya hace frío. El Metro está lleno de gente.

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