Thursday, October 21, 2010

Número veintiséis.

Qué ironía, pensó, que las flores de la sala de espera estén todas secas o enmarcadas. Y ese puto hilo musical. La mujer que no deja de llorar, el teléfono que no para de sonar y el tono de la recepcionista, tan de recepcionista "Buenos días, le habla Maribel ¿en qué puedo atenderle?" ... ya será ayudarle.
Mira la bolsa. Vuelve a sacar la radiografía. Él no ve nada de qué preocuparse. Ya ves tú, una muñeca un poco rota. Una muñeca izquierda, claro. Pero aquel tío lo merecía. Qué gilipollas. No, qué hijo de puta.

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