Tenía seis años cuando me regalaron el primer cuaderno en blanco.
Para desesperación de mi madre, que no hacía más que poner tijeras de punta redonda entre mis manos, y algún que otro plastidecor.
Tuve las mejores pinturas del colegio, y me las dejé olvidadas en clase.
Aprendí a leer una noche, cuando todavía no sabía todas las letras.
Con catorce y quince años viví pegada a diferentes cuadernos tamaño cuartilla y cuadro grande.
Y ahora, estoy aquí. Sin saber qué decir o cómo hacerlo.
Anoche moví la cama de sitio.
Lo hice para poder leer hasta quedarme dormida, la puse justo al lado del interruptor, de tal manera que la puerta del armario no se podía abrir, y la mesa quedaba inutilizable.
Me quedé dormida leyendo. Esta mañana se me ha hecho raro el ángulo de los rayos de sol en la ventana. Y cuando me he despertado era más pronto de lo que había esperado.
El cielo está azul hoy. Cuando he salido esta mañana de casa he pensado lo bonito que es el sol de invierno, y me he arrepentido de no haber cogido la cámara. No estoy segura de que vaya a haber muchos más días como hoy en lo que queda de invierno, que es todo. He pensado en ir a Ostende. He leído en mi libro, que a veces se congela el Mar del Norte, y dicen que está haciendo más frío del normal. Luego he pensado en Barcelona. No sé por qué, puede que fuera la música que estaba escuchando, o las gaviotas, o las ganas de volver.
He pensado lo bonitas que son las Navidades aquí en el Norte, y que esto parece m´s que nunca un decorado de película. Me he acordado que ayer a la una de la mañana había gente por la calle, con gorros de lana y guantes gordos, y he sonreído. Delante del centro comercial, han puesto un pueblecito de casitas de madera y coníferas forrados de nieve artifical. El suelo de madera se ha helado y se puede jugar a patinar, y en la puerta del centro comercial hay niñas que venden pasteles caseros, creo que serán de algún grupo de Scouts, porque aquí todo el mundo lo es. He buscado como loca una taza que me gustara para Elena, porque se va a vivir a otra casa en enero, y la voy a echar de menos, y alguien ha roto su taza del gato, o se la ha quedado, y creo que se siente desorientada. Como cuando yo pierdo un cuaderno. A Elena le encanta el café en su taza del gato, sentada en el sillón con las piernas cruzadas y su manta de las Olimpiadas de Invierno de Turín. Sí, esa es la imagen que tengo de Elena.
Luego me ha llegado un mensaje. Era algo que me había propuesto, recibir mensajes como ese en francés. Y he sonreído, con un chasquido de labios.
Porque cuando yo me propongo algo...
Ahora que sé que ya no estás, que no exististe; tonta de mí, sigo buscándote en siluetas ajenas como queriendo demostrar que no es que yo sea ingenua y que la ingenuidad, en cualquier caso no es un defecto.
Que yo en ti nunca he tenido fe, porque la fe ni se ve ni se toca. Y yo te he visto, y más que tocado, me has dado la mano. Qué gilipollez darse la mano.
Te he encontrado en momentos y lugares inadecuados y nunca has sido tú. Hoy, bajando la escalera, te he visto con el pelo rizado y rojizo, sin demasiadas alertas. Pero creo que no me has reconocido.
Puede que ponga un anuncio en el periódico.
Esparadrapo entre los dientes
muñecas rojas
y todas las veces que no he dicho
lo que debería.
Todas las batallas que he dado
por perdidas
y todos los jóvenes soldados
que he enviado a morir,
aun sabiendo que perderían la guerra.
Todos los finales que he firmado
con sonrisas.
Todas las noches que he cenado
sopa aguada y sobredosis de sal
y canciones tristes.
Las veces que he preferido convertir
las ventanas en espejos.
Y todos los saltos,
que, sin ser,
se han quedado para siempre en mis tobillos
y pesan.
Y vuelven como laspesadillas de los jueves
o la paella de los domingos.
Las veces que he pensado si no sería
mejor empezar a fumar
y así matarme poco a poco.
Crecimos con los Cuentos por teléfono de Rodari,
y amamos gracias a los mensajes gratuitos cortesía
movistar.
O la que toque.
Esta soy yo. En la pared fotogénica de Louvain La Neuve, la Belgique. En el atajo para ir de mi casa à la gare, al banco, al súper, al mundo. Soy yo que ya no digo joder, sino que pienso putain. Yo con ojeras por haberme quedado leyendo hasta las tres de la mañana y haberme levantado a las nueve para seguir leyendo. Yo olvidando todo lo que quería contaros porque lo que de verdad me gustaría estar haciendo es seguir leyendo, pero no quiero acabarme el libro, aunque sea una historia romanticona más. Soy yo que soy una romántica empedernida, que no puedo evitar identificarme con todas las protagonistas rêveuses, y mucho mejor si son intelos que cogen sa couette et la emmenent al salón para escuchar a Vivaldi con la luz apagada. Soy yo que me sigo enamorando de todos los chicos que veo por la calle, pero más de los que llevan gorros andinos de muchos colores y un abrigo negro y formal. Soy yo con mi obsesión por el turquesa, y mi mirada melancólica sobre el tren, sobre las hojas naranjas que los árboles van dejando tiradas por las calles de Louvain La Neuve, La Belgique.Soy yo con mi abrigo negro comprado un siete de enero, con mi bolso de madre de parque, y el asa por el codo, con mi ipod, que lleva a Janis, a Paul, a John, a Mick, a Quique, que me redescubre a Joaquín, que me susurra a Jorge y a Leonard, pero que ahora también canta por Jacques, por Bénabar. Soy yo muriéndome de frío con mis converse sucias y pintadas de flores azules y mis vaqueros favoritos.Soy yo con mi bolsa del súper, que es de colores, y contiene un grand morceau de viande 100% boeuf, y té de mil formas y colores, et du fromage frais, soy yo pensando en llegar a casa y cocinar.Soy yo, que una vez superada la barrera del mes, ya no estoy a 1500 kilómetros de mi casa. Soy yo prometiéndome una vez mas volver a escribir,y sonreír.
Hoy me he despertado envejecida
con arrugas en la piel
y olor a matapolillas
Hoy me he despertado con el peso de los años
adherido a lascostillas
y la incertidumbre de no saber
si llegaré
