Sunday, July 01, 2007

O los de viento

Pero aquel día no llegamos tarde.

La puerta de la Escuela aglutinaba a estudiantes, profesores y conserjes entre gritos de histeria y peticiones de calma. En una esquina, Marina gritaba desconsolada. Todos miraban hacia arriba, y en lo alto, se podía distinguir una figura apoyada en el alféizar. No cabía duda, aquél era Julio.
Cuando me di la vuelta, Laura ya no estaba.

Todos mis recuerdos de ese día están teñidos de un halo de olvido.
Sólo el frío en mis nudillos me hacía sentir real, me hacía sentir vivo.

3 comments:

botas de agua said...

consuela saber que no llegastéis tarde. espero que los nudillos de realidad fueran los de Julio... cuando se está en lo alto, más vale sentirse vivo. yo tampoco imagino el frío que cubre la ciudad de... bueno, ya sabemos de qué ciudad ;)

Tristancio said...

No es extrañeza lo que me provoca leerte. Es más bien desasosiego. Parece como si un cuento fantástico se estuviese escribiendo, donde me siento un personaje que intenta atar cabos.
Nombres propios que están en ambos mundos; fríos que no se imaginan (tal vez porque ya han amainado un poco)... ciudades habitadas por seres que no se tocan (no con las manos al menos)...
Y sí, aunque tristemente, el frío me recuerda que sigo vivo, aquí, del otro lado, frotándome los nudillos del alma.

Y no, no me extraña leerte... más bien te extraño.

Abrazos...

Anonymous said...

otra vez esa extraña sensación de frío en el cuerpo. Quizás tan sólo sea un escalofrío o que el mundo se ha detenido un instante.
Sólo este frío, el frío en mis nudillos, me hace sentir real.

No dejes de escribir.
besos :)